De la energía destructiva a la constructiva.

En general, solemos incluir la rabia en la misma bolsa de la violencia. A menudo la reacción que proviene de esta energía suele ser destructiva y causa dolor. A la vez, la rabia o la agresividad también son humanas, y podemos utilizar esta energía para satisfacer nuestras necesidades y las de los demás.

A veces, explotamos sin tomar conciencia del impacto que puede generar en los demás. Otras, aun sabiendo nos resulta imposible contener. Es posible que tengamos la necesidad de expresar el grito de dolor, o que no hayamos encontrado otra manera de hacer llegar lo que es importante para nosotros en ese momento.

Otras veces tapamos la rabia, la ocultamos. Aunque podemos mostrarnos bastante tranquilos de cara al exterior, dirijo la violencia hacia mí aparentando un “falso-dulce”, tratando de proteger la relación, garantizar la armonía, la paz, la seguridad afectiva o la aceptación. Al mismo tiempo, si no se desactiva la rabia, la violencia que estamos guardando en el interior tendrá el riesgo de aflorar en el exterior de una manera u otra, tarde o temprano.

Aunque nos identifiquemos más con uno u otro estilo, todos hemos expresado de forma impulsiva o todos hemos tragado en alguna ocasión. Podemos coger el poder que hay en nosotros y convertir la rabia en energía de vida. Podemos utilizar esta fuerza para expresar y satisfacer nuestras necesidades y no para ir contra nadie.

Soñamos con tener paciencia, con recursos más eficaces de gestionar sin hacer daño al otro. Y cuando estamos en la zona roja, es el momento más difícil para controlar nuestras emociones y poner en marcha formas efectivas sin haberla integrado todavía. Por lo tanto, tener una comprensión, una mirada amable hacia nosotros y reconocer nuestra intención puede ser el primer paso, sin echar más leña a nuestra ira o culpa. No podemos hacer lo que no sabemos. Al mismo tiempo, esto no significa que nos quedemos con las manos cruzadas.  

Así pues, ¿Cómo ir de la impotencia de la rabia a la potencia de nuestra energía?

Puede ayudarnos el reconocer e identificar señales que me avisan de que me estoy alterando, por ejemplo dirigiendo la atención a: ¿Qué siento en el cuerpo? ¿Cuáles son mis pensamientos y conductas cuando empiezo a enfadarme? Observar la aceleración de los latidos, el sudor, el torbellino del estómago, aumentar el tono o el volumen de la voz, los movimientos bruscos, las idas y venidas sin sentido, pensamientos tipo “deberías hacer, no debería ocurrir esto…” pueden darme la información.

Cuando empezamos a notar estas señales, podemos elegir algún recurso que nos facilite retomar la calma, ya que al hacer caso omiso aumentará la probabilidad de que nos descarrilemos totalmente. Lo que podamos decir o hacer a partir de ahí no sólo nos puede causar heridas en la relación, sino que nos puede llevar a alejarnos de lo que queremos conseguir.

Descubrir recursos personales para recuperar la calma nos empodera en la autogestión de nuestras emociones: respirar, contar, tomar distancia, encontrar formas de descarga… Sin embargo, si continuamos pensando que esta situación no debería ocurrir, que no es justa, que el otro debería cambiar… echaremos leña al fuego. El objetivo no sería pretender mantener controlada la ira para actuar de forma paciente y perfecta. Desactivando la rabia, además de ayudarnos a ver la situación desde otro punto, serviría para no hacer algo de lo que después me arrepienta.

Recolocar los motivos que causan el enfado ayudará a conectar con una energía más constructiva y responsable. Y aquí empezará el verdadero trabajo con esta emoción.

La rabia es mensajera y lleva información oculta para mejorar nuestra vida. La información proviene de los pensamientos que construimos sobre la situación y sobre la persona, esas ideas y creencias que nos creemos. Estos son los que despiertan y mantienen nuestra rabia, adjudicando la responsabilidad sobre nuestra ira (no me ayuda en absoluto, no le importo, no debería contestarme así) y es un momento idóneo para cuestionar estos pensamientos. . 

Podemos liberar esas creencias o expectativas y descubrir las necesidades o aspectos que buscamos cuidar con ellas (necesito ayuda, quiero sentir que le importo, necesito respeto y trato agradable). Asumiendo en nosotros la responsabilidad de cuidar de nuestras necesidades, podemos reflexionar sobre qué y cómo canalizar y compartir con el otro cuando nos parezca conveniente. En este caso, marcará la diferencia, si expresamos la responsabilidad de la rabia puesto en la otra persona o en nosotros. 

Por ejemplo, en lugar de “¡Nunca me haces caso, eres un egoísta! podríamos expresar “me doy cuenta lo importante que es para mí saber que lo mío se tiene en cuenta, y que cuando veo que esto que pedí está sin hacer me frustro mucho.

Por otro lado, podemos ver qué vivencias está teniendo la otra persona.. Ver el clamor que hay detrás de sus conductas puede ayudarnos a liberarnos del ataque personal. Y también podemos valorar las posibilidades de comprenderlas o satisfacerlas.

Te recomiendo dos libros sobre este tema:

– El sorprendente propósito de la rabia

– La jirafa Kira y los diamantes de la rabia (cuento)