¿Cómo llevo la asignatura de poner límites?
En mi trayectoria personal como en los acompañamientos que hago con familias y educadores, percibo que tenemos pendiente la asignatura de establecer límites. En los diferentes ámbitos y relaciones de nuestra vida se nos pone de manifiesto esta cuestión. Con los hijos, la parejas, familiares, amigos o personas del mundo laboral, algunos pueden estar cercar del autoritarismo, “porque es así”, “porque lo digo yo y punto”. Otros, en cambio, nos mostraremos sin la fuerza o la valentía suficiente para decir “hasta aquí”, declinándonos por la permisividad. Aunque nuestra tendencia sea hacia un lado u otro, todos hacemos uso de los dos estilos, con más o menos frecuencia o intensidad. ¡Cuánto nos cuesta el arte de poner límites de forma firme y amable!
En general, actuamos de dos maneras: repitiendo lo que han hecho nuestros padres, bajo el lema “esto es lo que hay que hacer”, “nosotros también hemos pasado por ahí y no hemos salido tan mal». O, situándonos en un lugar opuesto, como reacción directa a lo recibido, “yo no voy a hacer lo que me hicieron mis padres”. Experimento que dar lugar y honrar lo que hayamos recibido así como lo que estemos haciendo nos conduce a encontrar la paz y la dicha para construir lo que queremos a partir de ahora.
Me reconozco con dificultad de establecer límites a mis pensamientos, a mis sensaciones o emociones, a mis acciones, a mis palabras… Quiero ser compasiva y aceptarme, no presionarme más cuando, por ejemplo, sabiendo que me convine parar o descansar sigo en acción. Esto que hago, aunque no cubre alguna de mis necesidades, lo hago para cuidar de otras, a las cuales les estoy dando prioridad.
Esto tendrá un precio en mí, porque mis necesidades no estarán en equilibrio y será probable que repercuta en mis relaciones. Es lógico y humano no saber qué límites, qué acciones tomar, hasta dónde sí y hasta dónde no. Es lógico y humano no saber qué camino tomar y cómo tomar. Se vale equivocar. Tenemos toda una vida de aprendizaje.
En mi aprendizaje quiero estar atenta las situaciones en las que me excedo sin establecer el límite y ahí tratarme con dulzura. Quiero dar prioridad a lanzarme aun cuando no sea firme y amable, en lugar de acallar. Tomaré mi tiempo y buscaré apoyo, si es necesario, para alcanzar la claridad y la valentía para aquellas situaciones en las que no me atrevo o no sé hacerlo de otra manera. Y también quiero reconocer las veces que he podido establecer un límite, segura de mí misma, con firmeza y con amabilidad. Cuando lo hago, me doy cuenta que:
1)Mi límite, además de cuidar de mis necesidades es una referencia que transmite seguridad, protección y contención a los demás. Esto me anima e me impulsa.
2)Revisar a qué estoy diciendo “sí” cuando quiero decir “no”, me aporta claridad.
3)Identificar el impacto que puede generar en mí y en los demás, me abre el corazón.
4)Confiar en que hay muchas maneras de cuidar más allá de la única estrategia, me lleva a atravesar el camino con más calma y esperanza.
Y tú, ¿por dónde quieres empezar o continuar?