Cómo atravesar conversaciones difícilesen Navidad sin perderte a ti misma

La Navidad llega envuelta en luces, villancicos y ese deseo colectivo de que todo sea armonía. Pero, si somos honestas, también trae momentos que nos remueven: dinámicas familiares que se repiten, comentarios que duelen, tensiones que vienen de lejos o expectativas que no siempre se cumplen.

Quizá te pase que quieres disfrutar pero sabes que habrá conversaciones que te tocarán alguna herida; o que la carga mental de organizar la celebración caerá sobre ti; o que habrá comparaciones, silencios incómodos, o personas que se ausentan emocionalmente cuando más presencia necesitas.

Desde la Comunicación No Violenta, estos momentos no son un “fallo” familiar. Son parte de la vida: espacios donde chocan estrategias distintas que tratan cubrir necesidades universales.

Con un poco de preparación, podemos cuidarnos sin perder la conexión (ni perdernos a nosotras mismas). Aquí te dejo 8 pautas prácticas para vivir estas fechas con más calma, presencia y elección.

1. Prepárate antes del encuentro: cuida cómo llegas
No improvises en plena cena. Si ya sabes qué comentario te toca la fibra, anticiparlo te libera. Puede que lo que más te toque no sea una frase, sino una dinámica:

  • Que siempre seas tú quien organiza la comida mientras otros llegan “como invitados”.
  • Que tú corras detrás de los niños mientras alguien dice desde el sofá: “¡A ver si se comportan!”.
  • Que alguien llegue tarde sin avisar y después tenga prisa por empezar.
  • Que alguien dé opiniones sobre tu trabajo, tu cuerpo, tu pareja o tu maternidad sin preguntarte cómo estás.

Antes de llegar, piensa con calma:
¿Qué quiero permitirme este año? ¿Qué no? ¿Cómo quiero responder si vuelve a pasar?

Puedes llevar una frase preparada:

  • “Este año quiero organizarlo en compañía. ¿Qué os gustaría aportar?”
  •  “Si llegáis más tarde no pasa nada, pero empezaremos igualmente.”

No es control: es autocuidado.

2. Date autoempatía antes de entrar
Justo antes de tocar el timbre, respira y pregúntate: “¿Cómo estoy llegando?”, ¿Cansada? ¿hiperactiva? ¿ilusionada? ¿saturada? ¿con ganas? ¿con miedo? Reconocer y nombrar las emociones propias ayuda a tomar conciencia de nuestras necesidades reales.

Puedes elegir también una frase ancla que te acompañe durante el encuentro:

  • “Puedo elegir cómo responder.”
  • “No tengo que poder con todo.”
  • “Puedo escuchar sin cargar.”
  • “No necesito tener razón para estar en paz.”

3. Acepta lo que es (y lo que no va a cambiar hoy)

Muchas veces sufrimos más por luchar contra la realidad que por lo que realmente sucede. Y la realidad navideña suele ser así:

  • Algún niño llorará, gritará o no querrá saludar.
  • Alguien hablará demasiado alto o no dejará terminar las frases.
  • Alguien criticará o repetirá el mismo chiste o la misma historia de cada año.
  • Alguien preguntará por qué tu hijo usa tanta pantalla hoy (cuando el suyo está igual).

Aceptar esto no significa resignarte: significa orientarte hacia la calma.
La resistencia tensa; la aceptación afloja.

Puedes decirte internamente:
“Esto no es personal. Es su forma de gestionar sus propias necesidades.”

4. Límites breves para proteger tu energía

Un límite no necesita un discurso ni tono serio. A veces basta con una frase suave y clara. Puedes poner límites en temas y también en dinámicas:

  • “Ese tema hoy prefiero no tocarlo.”
  • “Ahora mismo no puedo atender eso, ¿puedes encargarte tú?”
    Ten a mano frases de salida elegante, perfectas para cortar sin cortar la relación:
    • “Voy a tomar un poco de aire, ahora vuelvo.”
    • “Lo dejamos aquí, quiero disfrutar del momento.”
    • “Entiendo tu punto; yo lo veo diferente y está bien.”
    • “Os escucho luego, voy a ayudar a los niños.”

Recuerda: un límite no es separación, es autocuidado. Hacerlos cortos, claros y amables es todo un reto.

5. Cuida tu energía y haz micro-pausas.
Cuando te saturas, es más difícil sostener límites y escuchar con calma. Cuando algo te encienda, pausa: tres segundos, un sorbo de agua, mirar por la ventana, respirar profundo, un paseo al baño, un poco de aire, cambiar de habitación…

Esa micro-pausa es oro. Te permite elegir, en lugar de reaccionar desde el impulso.

Algunas ideas prácticas para cuidar de tu energía:

  • Si vas con alguien, coordinad relevos para atender a los niños.
  • Define de antemano cuánto tiempo te quedarás.
  • Reflexiona qué cosas de la organización puedes llevar con ligereza y cuáles puedes pedir apoyo, delegar, prescindir…

Cuidar tu energía es cuidarte a ti.

6. Expresión honesta y mirada empática
No se trata de aguantarlo todo. Si algo te remueve, puedes expresarte sin atacar y sin justificarte. Hablar desde tu experiencia “yo siento… porque yo valoro… ¿Podrías…?” suele abrir más puertas que hablar desde la queja o la culpa.

  •  “Cuando lo niños reclaman atención y te quedas en la mesa conversando, noto que se asume que yo me ocupo de los niños y llega un momento en que me saturo porque necesito equilibrar el cuidado de los niños con los momentos con el resto de la familia. ¿Podemos repartirnos esto?”

Si añadimos una mirada empática, aumentaremos la probabilidad de nutrir la conexión sin que se activen las defensas.

  • “Cuando comparáis a los niños, me siento incómoda. Me gustaría que cada uno pudiera ser como es. ¿Quizá buscáis reconocer sus avances o expresar preocupación, aunque a veces salga en forma de comparación?”
  • Cuando insistes en que coma más, me siento agobiada porque valoro comer lo que necesito. ¿Quizás tú necesitas tranquilidad o seguridad sobre mi bienestar?

Me encantaría que pudieras confiar en que estoy bien.

7. Ajusta expectativas con los niños
La Navidad suele ser sobreestimulación pura: azúcar, regalos, ruido, horarios distintos.
Esperar que estén tranquilos todo el tiempo solo añade presión.

  • Puede que no quieran saludar.
  • Puede que estén pasados de vueltas.
  • Puede que se peleen por los regalos.
  • Puede que quieran más pantallas de lo habitual.
  • Puede que tengan un colapso emocional en el momento menos oportuno.

Y tú también puedes cansarte, perder la paciencia o no “educar perfecto” ese día.

Cuida y previene lo que puedas. Actúa en el momento como mejor puedas y suelta la exigencia.

Lo importante es sostener, no controlar.

8. Busca micro-momentos de conexión real
No hace falta que todo vaya bien para que algo vaya bien.
Una mirada amable, un gesto cariñoso, un recuerdo compartido, un juego rápido con los niños, un abrazo sincero…

La conexión no necesita perfección: necesita intención.
Para cerrar…

Tal vez la Navidad no sea la postal perfecta que imaginamos.

Tal vez siempre haya un comentario que nos pincha o una dinámica que se repite.

Pero aún así, puede ser un espacio vivo, humano, imperfecto… y profundamente real.

No necesitas que tu familia cambie, ni que todos adopten la serenidad que deseas.

Lo que sí está en tus manos es cómo te preparas, cómo te escuchas y cómo eliges responder.
Cuando tú cambias tu forma de estar, tu vivencia cambia.
Y a veces —sin pedirlo— los demás también se suavizan.
La paz en Navidad no nace de evitar lo difícil, sino de aprender a estar ahí sin perderte a ti.

 

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